Cómo proteger los puntos de venta frente a malware y skimming

Cuando hablamos de puntos de venta (TPV o POS, por sus siglas en inglés) nos referimos a los sistemas, hardware y software, que permiten procesar pagos con tarjeta en comercios, tiendas, restaurantes, etc. Estos sistemas manejan información muy sensible, como los datos de la tarjeta (banda magnética o chip), el titular y los detalles de la transacción. Esto convierte a los TPV en un blanco muy atractivo para los ciberdelincuentes.
Dos de las amenazas principales contra estos sistemas son:
- Malware diseñado específicamente para POS, como BlackPOS (y otras variantes), que infecta los sistemas y roba datos de las tarjetas cuando se realizan transacciones, mediante técnicas como “RAM‑scraping”, esto es, capturar la información mientras está momentáneamente en la memoria del terminal, antes de que se envíe al procesador de pago.
- Skimming, ya sea físico, mediante la instalación de dispositivos fraudulentos o lectores externos acoplados al TPV, o lógico, mediante software que captura datos de la tarjeta. En ambos casos, el objetivo es extraer información que luego pueda ser usada para clonaciones o fraudes.
Proteger un TPV implica defenderlo tanto de amenazas de software como de manipulación física o una combinación de ambas.
Riesgos y consecuencias de un ataque a un TPV
El impacto de un ataque exitoso a un punto de venta puede conllevar grandes consecuencias para un negocio. En primer lugar, existe un riesgo económico directo: los datos robados pueden servir para clonación de tarjetas, compras fraudulentas, e incluso para su comercialización en mercados clandestinos. Este tipo de ataques ha sido históricamente una de las principales fuentes de robo masivo de datos de tarjetas.
Además del perjuicio económico, hay un daño reputacional: los clientes esperan que sus datos bancarios se manejen con seguridad. Si un comercio sufre un incidente, puede perder la confianza de sus clientes de forma permanente.
Por otro lado, la indisponibilidad del servicio de cobro, si un ataque bloquea o inutiliza los TPV, puede paralizar operaciones, generar pérdidas por ventas no realizadas o retrasadas, y complicaciones operativas importantes.
Finalmente, no hay que olvidar el impacto legal o normativo: el manejo de datos sensibles obliga a cumplir requisitos de seguridad, y un fallo podría derivar en sanciones o responsabilidades por incumplimiento normativo, dependiendo del país y la legislación aplicable.
Cómo proteger un punto de venta
Proteger un TPV frente a malware y skimming requiere un enfoque holístico, que combine medidas tecnológicas, operativas y físicas. A continuación describimos algunas de las acciones esenciales de defensa.
Seguridad del software y de la red
Una de las primeras líneas de defensa consiste en garantizar que el software del TPV esté permanentemente actualizado. Las actualizaciones corrigen vulnerabilidades que los atacantes podrían explotar. Es fundamental mantener al día no solo la aplicación de cobro, sino también el sistema operativo, drivers y firmware.
Junto a esto, es recomendable instalar software anti‑malware o antivirus apropiado para entornos POS, con escaneos regulares. Esto ayuda a detectar y neutralizar amenazas antes de que puedan capturar datos sensibles.
La red sobre la que opera el TPV debe estar claramente segmentada y protegida: lo ideal es que los sistemas de pago no compartan red con la red de clientes (Wi‑Fi pública, invitados, etc.), y que se utilicen firewalls o sistemas de control de tráfico para bloquear accesos indebidos.
Para maximizar la seguridad de los datos de pago, conviene que las transacciones empleen cifrado de extremo a extremo (end‑to‑end encryption, E2EE), o bien tokenización cuando sea viable. Esto significa que los datos de la tarjeta se transforman en tokens irreconocibles, reduciendo drásticamente el valor para un hacker incluso si logra interceptarlos.
Por otro lado, es clave restringir los privilegios de acceso al sistema. No todo el personal debe tener los mismos permisos: lo ideal es asignar roles según funciones, limitar accesos administrativos y registrar todas las conexiones y operaciones importantes.
Seguridad física de los terminales y prevención de skimming
El componente físico es tan importante como el digital. Los terminales de pago deben estar fijados de manera segura, preferiblemente en soportes o bases con mecanismos de anclaje, para evitar que puedan ser fácilmente manipulados o reemplazados sin que se note.
Es recomendable realizar inspecciones periódicas de los dispositivos: revisar que no haya partes sueltas, conexiones extrañas, pegatinas o adhesivos recientes, variaciones en el grosor de piezas, teclados abultados, entre otros indicios de manipulación. Algunas prácticas incluyen el uso de “sellos de seguridad” que muestran alteración si alguien trata de abrir la carcasa.
Además, es útil restringir el acceso físico a los terminales: sólo personal autorizado debería poder manipular o mover los equipos. Complementar con vigilancia (cámaras de seguridad) en zonas de cobro puede disuadir intentos de skimming físico o instalación de dispositivos fraudulentos.
Finalmente, actualizar los lectores físicos: si todavía se utilizan lectores de banda magnética (magstripe), conviene migrar cuanto antes a lectores de chip (tarjetas EMV) o, aún mejor, a pagos contactless o NFC. Las tecnologías modernas de chip o pago sin contacto dificultan notablemente la extracción de datos útiles para clonación.
Políticas internas, educación y buenas prácticas operativas
No basta con tecnología y hardware. Las personas que operan los TPV (cajeros, responsables, gerentes, etc.) deben estar formadas en seguridad. La concienciación sobre riesgos, phishing, manipulación física, descuidos, es fundamental.
Se deben definir políticas claras: contraseñas fuertes y únicas, cambios periódicos, uso de autenticación multifactor (MFA) cuando la plataforma lo permita, y control estricto de quién tiene acceso a funciones sensibles.
Por otro lado, conviene llevar registros y auditorías periódicas. Revisar logs de acceso, transacciones, transacciones fallidas, accesos administrativos y cualquier anomalía. Esa vigilancia proactiva permite detectar patrones de ataque o comportamiento sospechoso desde fases tempranas.
Además, contar con un plan de respuesta ante incidentes: en caso de sospecha de brecha o manipulación, saber cómo actuar, cómo aislar el TPV, cómo notificar al proveedor, cómo revisar la integridad del sistema, y cómo informar a los clientes si fuera necesario. Aunque no todas las guías lo detallan, esta práctica se deriva del enfoque de seguridad integral recomendado por expertos.
Ventajas de un enfoque de seguridad integral para TPV
Adoptar las medidas anteriores no solo sirve para reducir riesgos, sino que aporta múltiples beneficios estratégicos a corto y largo plazo.
En primer lugar, mejora la confianza del cliente: un comercio que comunica y demuestra que protege sus sistemas de pago genera una percepción de profesionalidad y seguridad. Esa confianza puede traducirse en fidelización, repetición de compra y recomendaciones.
En segundo lugar, protege los activos del negocio, no solo el dinero en caja, sino su reputación, su continuidad operativa y la credibilidad ante socios, proveedores y entidades financieras. Una brecha puede tener consecuencias graves, no solo económicas, sino reputacionales.
Implementar buenas prácticas de seguridad suele facilitar también el cumplimiento normativo y regulatorio, por ejemplo, respetando estándares de seguridad de datos como los promovidos por organismos de la industria de pagos. Eso puede reducir riesgos legales o sanciones en caso de incidente.
Además, un sistema bien asegurado ayuda a prevenir interrupciones operativas: al minimizar el riesgo de ataques exitosos, se reduce la posibilidad de bloqueos del sistema, pérdidas de conectividad, fraudes masivos o necesidad de restauraciones, lo que aporta estabilidad al negocio.
Finalmente, tener una cultura de seguridad, formación de personal y controles internos constantes dota al negocio de resiliencia. Esto no solo protege en el presente, sino que prepara al comercio para responder con agilidad ante nuevas amenazas o cambios en el escenario de ciberseguridad.
Proteger los puntos de venta frente a malware y skimming no debe considerarse como un complemento o lujo para negocios: es una necesidad absoluta en un contexto donde los pagos con tarjeta son la norma y los atacantes cada día emplean técnicas más sofisticadas, económicas y automatizadas.
Un enfoque efectivo requiere combinar capas de seguridad técnica (software, red, cifrado), físicas (hardware, inspección, vigilancia), operativas (accesos, políticas, formación) y organizativas (auditorías, respuesta a incidentes, cultura de seguridad).
Para cualquier comercio, invertir en estas medidas es invertir en su credibilidad, resiliencia y futuro. Los costes de implementación suelen ser muy bajos comparados con los riesgos y las pérdidas potenciales que un ataque podría ocasionar, y cada vez más, los consumidores valoran la seguridad y la confianza tanto como el precio o la calidad del servicio.
En definitiva: un TPV bien protegido es una garantía no solo de cobros seguros, sino de confianza, continuidad y reputación.
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